sábado, 29 de septiembre de 2012
21.- Sin desarme, la derrota
Él seguía levantando al aire su espada
contra una sombra de constelaciones enfermas.
Dejó caer la sangre, el abatimiento,
el sueño imposible atenazado en su dolor
que se debatía entre espíritu y soledad,
amoratado, como carne pronta al matadero
Ya no escuchaba las voces ni los chirridos
ni aquel sobrevuelo de las aves que,
al borde del susurro y la sordera, le auguraron
la derrota , el acontecimiento, de una cobardía sin desarme.
Pero el cielo, con un estallido roto,
le habló.
- Ese revés tan duro de la vida
no era caldo suficiente para alimentar
la grosera religión que acostumbraba a atiborrarse
de fraudes, condenaciones y martirios. -
Fue el rayo entero quien , al fin, le desarmó.
Su espada refulgía, milagrosa , mientras su cuerpo,
amancebándose contra el frío de la muerte,
adquiría la misma compostura parca que imprime uniformidad
al detrimento moribundo de las piedras.
Rosa Iglesias
29 septiembre 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Magnífico poema, Rosa. Te lo aplaudo. Un abrazo
ResponderEliminarGracias mi querido amigo, Perfecto. Tu visita me llena de orgulllo
ResponderEliminarUn gran abrazo, poeta.