Temíamos el color obsceno de la sangre,
los trastornos inconexos de la vida
que acabarían confluyendo en sus desvíos
como culminación de una muerte bien resuelta.
No sabría cómo decirte, ahora,
que la criatura ingenua de tu infancia
aún dormita, bajo palio, a la sombra contrariada de mi vientre.
Que mientras el diablo se hacía vértigo en tu piel
por todas las esquinas de mi sangre deambulaba .
Que la paráfrasis del existencialismo, más elemental y rutinario,
se nos fue creciendo demagogia
contra las constataciones inequívocas del verbo...
Que ya no somos uno,
que el demonio se ha escondido en mi memoria
y regresa, cada noche, a desvelarte...
Rosa Iglesias
26 septiembre 2012

Tu poesía crece cada día, Rosa.
ResponderEliminarUn beso enorme
Ana
Nuestra amistad también, mi querida Ana.
ResponderEliminarUn abrazo inmenso
Rosa