lunes, 27 de agosto de 2012

17.- Comestibles




Una palabra abre la boca, y nos come.

Nosotros,
entes en contínua destrucción
nos dejamos embaucar
por el hambre de una sola desdicha.

Somos peces,
caminantes que entre lagos y letargias
de los sueños,
bracean en un estanque sin agua
dilucidando cómo adentrarse en el mar.
A contracorriente,
o a la deriva del destino,
llegan hasta donde la sed de lo inevitable
les arrastra.

Y ya no lograrán diferenciarse demasiado
de aquello que, cuando niños,
les hicieron creer que serían...

Somos...
Pero, no peces, no hambre ,
no alimento,
no marginación u orfandad
en la irreparable inmediatez de las cosas,
no testarudez
en lo acaecido genuinamente imperfecto

Una sola palabra en la boca nos sacia
pero aprendimos a morir inapetentes.

Somos así:
depredadores voraces de lo inmediato,
comedores insaciables de una paz
que merodea el infantlismo de nuestros dientes
para nunca intentar devorarla.

(¿ No es acaso por la boca del hambre, que muere el pez,
para cumplir con la fatalidad del intrépido navegante,
occiso como excelente manjar depredado...?)

Una sola palabra en la boca
y el intestino, relamiéndose, se impacienta,
- él ignora que acabará atiborrándose
con la misma mierda de siempre.-


Rosa Iglesias
27 agosto 2012

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